Arbutus unedo (L.)
Este arbusto o pequeño arbolillo,
perteneciente a la familia botánica de las Ericáceas, puede llegar a medir, en
casos excepcionales, hasta 10 metros de altura, aunque habitualmente no
sobrepasa los 4 metros. Su corteza es de un precioso y característico color
pardo-rojizo, siendo muy escamosa y desprendiéndose en pequeñas tiras.
Sus hojas, muy parecidas a las
del laurel, son perennes, simples y se disponen de forma alterna. Tienen forma
lanceoloada, con el margen ligeramente aserrado, de color verde intenso y brillante
por el haz y algo más apagado por el envés. Miden entre 3 y 10 cm de longitud.
Sus flores nacen agrupadas en ramilletes
péndulos, y son de color blanco, a veces teñidas con un ligero toque rojizo.
Cada flor, de aproximadamente 1 cm de longitud, posee cinco pétalos soldados e
inflados a modo de pequeña campanita. La floración ocurre, al contrario que en
la mayoría de especies del bosque mediterráneo, a finales del otoño o a
principios del invierno, al mismo tiempo que maduran los frutos del año
anterior, de modo que en esta época podemos ver al mismo tiempo y sobre el
mismo árbol las flores y los frutos a la vez, lo cual, dentro del mundo botánico,
es una rareza…
Su fruto, conocido popularmente
como madroño, es globoso, mide alrededor de 2 cm de diámetro y está recubierto
por pequeñas papilas, lo cual le confiere un tacto algo áspero. Los madroños
son comestibles y su sabor es muy agradable.
Este arbusto arborescente forma
parte, de modo natural, del sotobosque de encinares, alcornocales, quejigares y
melojares mediterráneos. Cuando el fuego o la mano del hombre eliminan la cubierta
arbórea, forma comunidades propias denominadas madroñales, dominadas por esta
especie, acompañada por otros arbustos como la coscoja (Quercus coccifera), el lentisco (Pistacia lentiscus), el aladierno (Rhamnus alaternus) o el labiérnago (Phillyrea angustifolia). Estas comunidades de matorral preforestal
o noble se desarrollan en laderas orientadas a umbría, es decir, al norte, y
anteceden, si de nuevo no lo impide la mano del hombre o la orografía del
terreno, a un nuevo bosque, siempre dentro del contexto de sucesión ecológica.
El madroño es indiferente a la
naturaleza del suelo, vegetando sobre todo tipo de terrenos, ya sean calcáreos
o silíceos, pudiendo presentarse en Andalucía hasta en cotas situadas por
encima de los 1000 metros de altitud. Requiere de climas suaves sin fuertes
heladas, por lo que no se presenta en muchos puntos del interior de la
península Ibérica.
Se distribuye de forma natural
por Europa occicental, apareciendo más frecuentemente en España en la cornisa
cantábrica, el litoral mediterráneo, Extremadura y Andalucía, siendo especialmente
abundante en Sierra Morena.
En Montilla tuve la grata
sorpresa de encontrármelo de forma silvestre en las laderas del Cerro Macho,
nuestro pico más alto. En cualquier caso es muy común encontrarlo cultivado
como ornamental en jardines privados de casas de campo, no así (por desgracia)
en nuestros jardines públicos.
Su epíteto específico (unedo) hace referencia a la locución
latina “unus edo”, o sea, comer sólo
uno, y nos recuerda la fama que tienen los frutos de “emborrachar”, y es que,
cuando están maduros, los azúcares que tienen en su interior fermentan y
producen una cierta cantidad de alcohol, que hace que, cuando comemos
demasiados, al cabo de un rato nos encontremos algo “mareados” y después nos
duela la cabeza…
De entre los múltiples usos que
se han dado desde la antigüedad al madroño cabe destacar el de sus hojas y su
corteza, que se han empleado tradicionalmente para curtir pieles dado su
elevado contenido en taninos, o el de su madera, a partir de la cual se obtiene
un carbón de elevada calidad que ha sido tradicionalmente usado como
combustible doméstico. Pero sin duda son los frutos del madroño los que en
mayor medida usaron nuestros antepasados, ya fuera para su consumo en fresco
durante la época de maduración (noviembre-diciembre), ya para fermentarlos y
obtener licor de madroño, bebida ésta que aún hoy se comercializa en Portugal.
En la localidad extremeña de Pinofranqueado
(Cáceres) podemos encontrar uno de los madroños de mayores dimensiones de los
que se tiene constancia en España. Se le conoce como “Madroña de Guijarroblanco”,
y presenta unas dimensiones espectaculares: 9.50 metros de altura, 4.85 metros
de perímetro, 13.76 metros de diámetro de copa y más de 400 años de edad. Todo un
gigante que afortunadamente se encuentra protegido bajo la figura de “Árbol
Singular de la Junta de Extremadura”.
Una curiosidad: esta especie
arbórea aparece junto a un oso en el escudo de la ciudad de Madrid… y botánicamente
se trata de un gran error, pues el madroño ni es ni ha sido una planta
espontánea en el centro de la península Ibérica. En cualquier caso, demos la
enhorabuena a todos los madrileños y madrileñas por haber tenido tan buen gusto
a la hora de que los represente en su escudo una especie arbórea tan hermosa.
Joaquín Raya Ruz
Joaquín Raya Ruz
Joaquín, bienvenido al blog. Vamos a aprender mucho contigo. Y nos dejas el listón muy alto.
ResponderEliminarMuy buen artículo sobre un bonito árbol.
Muchas gracias Rocío!! Ya te digo que lo de la guía de árboles de Montilla... es un sueño cumplido. Para mi es un placer.
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