viernes, 25 de mayo de 2012

flor de abeja amarilla


Esta primavera he encontrado en el campo muchas orquídeas como esta, el nombre científico es Ophrys lutea. Ophrys proviene del griego y significa “ceja”, en relación a los pelitos del labelo y lutea vienen del latín, que traducido es “amarillo”, haciendo referencia al color del labelo. Forma parte del grupo de las llamadas “flores de abeja”, concretamente es la flor de abeja amarilla.

La flor, vista desde arriba, recuerda perfectamente al abdomen de una abeja y esto no es casual, ya que la polinización depende de ello. Y no sólo eso, además, esta forma de polinización es favorecida al producir la fragancia de la hembra del insecto en celo, lo que hace que los machos se acerquen a la flor. Cada especie de orquídeas de este grupo está especializada en una especie de insecto y sólo pueden ser polinizadas por esa especie. La flor de abeja amarilla es polinizada por Andrena cinerea y Andrena senecionis.

Este proceso de polinización es muy complejo y debido a eso, la tasa de fructificación es muy baja, está entre el 5 y el 7 %. La forma que tiene de compensarlo es produciendo  una gran cantidad de semillas: cada flor puede llegar a producir unas 10.000 semillas, lo que hace que la especie se perpetúe.



A pesar de este elevado número de semillas, las probabilidades de germinación son muy remotas, no tienen endosperma (reserva alimenticia) y además dependen de la existencia en el lugar de un hongo simbionte que forme el micorrizoma. A pesar de todas estas trabas es una especie muy abundante y aunque tiene un pequeño tamaño, cuando está en flor es muy fácil observarlas.

Esta es una de esas especies que me hacen reflexionar en cómo la evolución a lo largo de millones de años ha dado lugar a seres tan increíblemente adaptados, que por otra parte son especialmente sensibles a una posible extinción, puesto que dependen estrechamente de la supervivencia de otra especie.

miércoles, 23 de mayo de 2012

dame tu mano, hermano



Amanece una bonita mañana del mes de junio, y los vecinos de un pequeño pueblo de sierra y los pueblos cercanos, los forasteros que han pasado aquí la noche y los alumnos de una escuela de parapente, desayunan y se disponen a llegar a una zona cercana para disfrutar de lo que se prevé que puede ser un gran día de vuelo libre.

Hoy hace sol y parece que hay buenas previsiones aerológicas, con un viento suave que permitirá a los alumnos desarrollar adecuadamente su aprendizaje, y además se estima que antes de media mañana romperán las térmicas y se podrán empezar a aprovechar esas ascendencias tan necesarias para subir o por lo menos para hacer un vuelo medio en condiciones y, si se puede, hacer distancia. Recordemos que los parapentes y las alas delta no llevan motor, y como planeadores que son necesitan de estas corrientes para poder ascender o, al menos, mantener la altura.

Desde bien temprano ya hay gente preparando “trapos” y “alas” en el área de despegue, o el despegue a secas, que es como conocemos en el argot del vuelo libre a esos claritos que hay en lo alto de algunas montañas y que usamos para despegar. Los buitres leonados de una colonia cercana, aparentemente pasivos, observan minuciosamente, cada uno desde su respectivo posadero, cómo cada piloto va revisando y preparando su vela.

Poco antes de que el sol haya empezado a calentar, despega el primer parapente. Los pilotos de las alas esperan, a ellos les gusta salir más tarde. El parapente que acaba de salir tiene que irse forzosamente a aterrizar, ya que aún es temprano y el sol todavía no ha calentado bastante como para que las térmicas sean lo suficientemente fuertes, y además el viento para sostenerse en la ladera es todavía muy débil. Sale el segundo, el tercero, el cuarto… todos “pinchan” y tienen que irse a aterrizar; esperemos que el sol caliente pronto, porque ya va haciendo calorcito en el despegue y se suda mucho con el mono puesto.

Los buitres siguen mirando como gárgolas, ni uno solo da un paso al vacío. Parece como si intuyeran que ellos también van a tener que mover las alas si intentan empezar a volar en ese momento. Al mismo tiempo despega otro parapente que parece que mantiene la altura. Claro, ya hay algo de viento y puede al menos mantenerse si no se separa mucho de la ladera.

De pronto algo pasa: un ligero cabeceo, se da la vuelta, vuelve a pasar por el mismo punto y otro cabeceo. Después de unos cuantos giros en “ocho” ya ha dejado la ladera lejos y puede girar esa todavía débil térmica, quizá la primera de la mañana. Un giro, otro giro, centra la burbuja y en cosa de 2 minutos ya ha ganado 50 metros, sin contaminar un solo ápice de aire, sin esfuerzo alguno, sólo con la ayuda del aire y nada más, tal y como han hecho siempre sus compañeros los grandes carroñeros alados. Otros dos pilotos ven lo que acaba de pasar, y como si fueran poseídos por algún tipo de envidia colectiva despegan, enganchan la misma térmica y ganan altura progresivamente.

Justo en ese momento sale un buitre, el primero. Ahora sí parece decidido. Se va derechito a la térmica donde están los parapentes y la gira, tan cerca de los pilotos que casi se pueden dar la mano. Pero la evolución, que ha dotado a los buitres de las alas veleras más eficientes de toda la Naturaleza, supera a la tecnología y deja por los suelos al invento que tan cuidadosamente prepararon Leonardo Da Vinci al principio y Francis Rogallo más tarde, superando con creces la altura ganada por los voladores humanos.

Poco a poco van despegando los buitres, uno a uno, ordenadamente, como si siguieran una especie de protocolo. En menos de 5 minutos el cielo se llena de buitres, seguidos de algunos parapentes y alas delta que salieron después; todos vuelan juntos aprovechando las mismas ascendencias, y nunca llegan a molestarse. Juntos pero no revueltos.

Los buitres, sabios y eficaces voladores desde hace milenios, acaban de demostrarnos que a veces, incluso sin pretenderlo, somos de alguna manera sus aliados indirectos. El hombre, que tantas veces es criticado por muchas de las actividades que realiza en el medio natural, esta vez sin saberlo ha sido un leal compañero, una especie de indicador biológico que ha delatado a estos hábiles planeadores del Paleártico cuándo ha llegado el momento óptimo de iniciar el vuelo.

lunes, 21 de mayo de 2012

Día de la Diversidad Biológica Marina



Como cada 22 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Diversidad Biológica, este año se centra en la Biodiversidad Marina. Y no es para menos, los océanos representan aproximadamente el 70 % de la superficie terrestre y el 95 % de la biosfera, es decir, la mayor parte de la vida está en los mares y océanos.

El medio ambiente marino y costero proporciona hábitats diversos en donde se desarrolla una abundante vida marina. La vida que hay en nuestros mares produce la tercera parte del oxígeno que respiramos, ofrece una fuente valiosa de proteínas y es una moderadora del cambio climático mundial. Los bosques de manglares, los arrecifes de coral, las praderas marinas y los estuarios son algunos ejemplos de hábitats marinos.

Las principales amenazas para los ecosistemas marinos y costeros son:
  1. Contaminación de origen terrestre y eutrofización
  2. Pesca excesiva, pesca destructiva y pesca ilegal
  3. Alteraciones de los hábitats físicos
  4. Invasiones de especies exóticas
  5. Cambio climático mundial
La pesca excesiva es una de las amenazas más grandes para la vida silvestre y los hábitats marinos. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación ha informado que aproximadamente el 70% de las reservas de peces del mundo actualmente se pescan excesivamente o bien se están agotando.

¿Cuánta Vida Hay en los Mares?

Existe un censo realizado entre los años 2000 y 2010, en el que participaron científicos de todo el mundo para intentar determinar cuántas especies marinas existen. Esta iniciativa se denominó el 'Censo de la vida marina' y se investigó desde la superficie de las aguas marinas hasta las profundidades más oscuras de los mares, navegaron desde los mares tropicales hasta las aguas con hielos de los océanos Ártico y Antártico. Fruto de ese trabajo se elaboró un informe en el que el número de especies rondaría sobre los 250.000 (sin incluir las formas de vida microbiana), por lo que se estima que podría haber un millón de especies o incluso más.

Imaginad las posibilidades de conservar toda esta riqueza biológica, cuántas cosas nos faltan por conocer y descubrir. Este es el verdadero tesoro oculto en el fondo del mar.

 

Mensaje de Ban Ki-moon, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Día Internacional de la Diversidad Biológica, 22 de mayo de 2012:

«Sin embargo, a pesar de su importancia, los humanos no hemos cuidado bien de la biodiversidad marina, a la que se dedica el Día Internacional de la Diversidad Biológica de este año. La sobreexplotación comercial de los bancos de peces del mundo alcanza niveles preocupantes. Muchas especies han quedado reducidas a una mínima parte de su población original